viernes, 15 de enero de 2010

El Espíritu Eterno

La fatalidad une dos mundos de ideas opuestas pero con una cuestión en común, un interrogante que no sólo los desconcierta a ellos sino al resto de la humanidad por su carácter misterioso y desconocido. Se trata del génesis de la vida y de la energía que ésta genera. Es el secreto mejor guardado y su conocimiento supondría el control sobre la vida y la muerte.

El encuentro entre ambos mundos genera sentimientos y pensamientos contradictorios y extraños. Por un lado se despierta una misteriosa obsesión hacia una persona desconocida, de la que nada se sabe. Un sentimiento tan fuerte que condiciona el transcurrir normal de la vida propia, llegando incluso a pensar que esa persona forma parte imprescindible de ella. Se trata de la vida de Kennen, un nazi estricto que no ve más allá del cuerpo como ente físico y para el que el valor de las personas depende del poder que éstas tengan sobre otras. La otra vida está formada por recuerdos, sueños, pasiones, miedos, deseos. Una vida a la deriva en la que no cabe pensar en lo que está pasando, por muy doloroso y cruel que sea, ni mucho menos en lo que pasará mañana. Es Marina, un alma libre aunque condicionada por la falta de otros seres y a la que jamás podrá alcanzar Kennen por mucho que se empeñe.

La extraña obsesión comienza con un encuentro fortuito en el que Kennen siente que por alguna razón Marina está implicada en su vida, que pertenece a ella. La quiere para él. Abusa de ella, le agrede y a la vez la protege, lo cual es desconcertante para Marina que no duda en recurrir a la anulación de conciencia para no pensar en ello. Pero este método al que acude constantemente no siempre le funciona, ya que hay ocasiones en las que sus creencias están por encima de todo intento de evasión. Ella es su libre prisionera, la clave en sus investigaciones sobre el principio y el fin de la existencia de las que inevitablemente acabará formando parte.

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